La mayoría de los abogados saben que su despacho necesita cambiar. La digitalización, la inteligencia artificial y las nuevas formas de trabajo no son ya el futuro, son el presente. Sin embargo, muchos bufetes siguen aplazando decisiones importantes. “Ya lo veremos el año que viene”, “cuando haya más tiempo”, “cuando los clientes lo pidan de verdad”… Son frases comunes, pero esconden un problema mayor: la costumbre de posponer lo importante.
¿Por qué ocurre?
Los abogados viven centrados en lo inmediato: plazos procesales, juicios, contratos. El día a día se impone, y lo urgente borra lo importante. Modernizar el despacho exige detenerse, reflexionar y salir de la zona de confort. Y eso, en un sector acostumbrado a la seguridad y al control, genera resistencia.
El riesgo de aplazar
El problema es que la competencia no espera. Despachos que ya han digitalizado sus expedientes, que automatizan tareas repetitivas o que utilizan IA para analizar documentos, ganan en eficiencia, reducen costes y ofrecen un servicio más rápido. Mientras tanto, quienes siguen retrasando estos cambios se van quedando atrás. El riesgo no es solo perder clientes, sino convertirse en irrelevantes en un mercado que evoluciona con rapidez.
Ejemplos de lo que se aplaza
- Digitalización de expedientes: muchos siguen trabajando con carpetas físicas o sistemas a medias, lo que retrasa la búsqueda de información y aumenta el riesgo de errores.
- Automatización de tareas administrativas: como la generación de minutas, la imputación de horas o la facturación. Procesos que una máquina puede hacer en segundos y que todavía consumen horas de trabajo.
- Implantación de IA: no se trata de sustituir al abogado, sino de apoyarlo en la redacción de borradores, en la investigación legal o en la gestión documental. Herramientas que ya están al alcance, pero que se miran con recelo.
Cómo dejar de posponer
El primer paso es reconocerlo. No es falta de conocimiento, ni siquiera de recursos; es el hábito de aplazar los cambios. Para superarlo, algunos métodos prácticos pueden ayudar:
- Dividir el cambio en fases: no se trata de transformar todo el despacho en un mes, sino de dar pasos concretos. Por ejemplo, empezar con la digitalización de un área concreta.
- Asignar responsables internos: alguien del equipo debe liderar cada iniciativa, con objetivos claros y plazos definidos.
- Adoptar la técnica del “primer paso”: comprometerse con una acción mínima y ejecutarla de inmediato. Por ejemplo, pedir una demo de un software o probar una herramienta de IA con un caso real.
- Buscar aliados: contar con un consultor externo o con colegas que ya han hecho el cambio reduce la incertidumbre y aporta confianza.
- Medir resultados rápidos: demostrar al equipo que en pocas semanas se gana tiempo y eficiencia ayuda a vencer la resistencia inicial.
- Establecer rutinas de revisión: programar reuniones periódicas para evaluar avances y ajustar el plan evita que el impulso inicial se diluya.
- Celebrar logros intermedios: reconocer los pequeños éxitos motiva al equipo y refuerza la idea de que el cambio es posible y positivo.
Una cuestión de mentalidad
Más allá de la tecnología, lo que frena a muchos abogados es la mentalidad. Pensar que la forma tradicional de trabajar es suficiente puede resultar cómodo, pero cada vez es menos realista. La modernización no es un lujo, es una necesidad para seguir siendo competitivos.
Comentario final
Posponer el cambio no lo hace desaparecer; al contrario, lo vuelve más urgente y más costoso con el paso del tiempo. La pregunta no es si los despachos deben modernizarse, sino cuánto tardarán en hacerlo y qué precio pagarán por esperar demasiado.
Quizás la clave esté en pasar de la pregunta “¿por dónde empiezo?” a la acción concreta: empezar hoy, aunque sea con un paso pequeño. Porque, al final, lo que diferencia a los despachos que avanzan de los que se quedan atrás no es la tecnología en sí, sino la decisión de no seguir aplazando el futuro.